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Educação e 

Em casa, inventando voos. Alik Wunder, 2021. acervo pessoal

Diferenças e...

nº18 | 19 de agosto de 2021

Editores Temáticos: Alik Wunder e

Antonio Carlos Rodrigues de Amorim

Educación (otra) para un presente nublado

Teresita Ospina Álvarez

Edilberto Hernández González

Escribimos, o mejor nos escribimos en Medellín, Colombia, en el contexto de uno de los paros cívicos más largos e intensos que hemos afrontado en las últimas décadas; este paro y el que le antecedió, en noviembre de 2019, promovidos por las centrales obreras, organizaciones estudiantiles, comunidades indígenas, colectivos artísticos y, otros movimientos sociales, han puesto en el escenario la brutalidad represiva de las fuerzas del estado, acciones violentas por parte de diversos sectores sociales y, un malestar ciudadano asociado a las profundas desigualdades sociales, que se han venido profundizando año tras año, pero que a raíz de la pandemia del covid-19 se hicieron más evidentes.  

En este contexto surcado, principalmente por la muerte de jóvenes, entre ellos, estudiantes universitarios, nos hacemos escritura, pues toda escritura es una manera de inscribirnos en nuestro tiempo y, con ello, efectuamos una producción del presente que habitamos. Acordes con las fuerzas que transitan estos tiempos de niebla intensa, pensamos una educación (otra), esto es, alentar posibilidades para decir de nuevo, para insistir y resistir. 

 

Una imagen de lo menor parece abrirse espacio, una que es potencia de expresión constituida a partir de emociones contenidas, que tal vez, la pandemia misma ha traído a la superficie y disloca las maneras convencionales de ocuparnos de las problemáticas sociales, por lo que se hacen necesarias nuevas aperturas para la creación de solidaridades y de resistencias. Estos tiempos que estamos atravesando nos invitan a desconfigurar la idea de bienestar individual, largamente instaurada, para encontrar otros modos de estar juntos y escapar a la normalización de la matriz producción-consumo que estigmatiza y margina todo aquello que no contribuya a su consolidación. Deleuze y Guattari (1975) nos hablan de lo menor, desde aquello que no es dicotómico y puede expandirse y asumirse desde la multiplicidad. De lo que pertenece a un grupo marginal y singularmente puesto en un colectivo de enunciación (pág. 28). Este tiempo, nos reclama sensibilidad para admitir que la situación que venimos afrontando hace décadas y que ahora se han desbordado, son las consecuencias de una organización socioeconómica que normaliza las desigualdades y que explica las condiciones de miseria y de acumulación de riqueza como un problema de empeño individual. 

 

Imágenes poderosas y de gran fuerza expresiva nos llegan de unos escenarios desde donde todo está en movimiento: las multitudes en marcha y la pandemia global provocada por el Covid-19, un virus que muta y se fortalece permanentemente. Este momento, extraño y devastador, no podría estar alejado de nuestras prácticas formativas; en él, justamente acontecemos, y necesitamos resistir con la potencia necesaria para hacer presencia reflexiva ante la fugacidad de la información que circulan por todos los medios de comunicación y redes sociales. Detenernos y examinar, activa fuerzas transformadoras que hacen posible ver el mundo con ojos plurales, crear espacios para deliberar, entender las relaciones en red con unas líneas entrecruzadas que se afecten mutuamente. 

 

Al mirar en retrospectiva, caemos en la cuenta de que llevamos más de un año a la espera de una anhelada normalidad; el deseo de salir a las calles sin mascarillas, parar las interacciones virtuales por un momento y participar de la intensidad plena de los encuentros; pero más allá de las limitaciones y de la tristeza por la pérdida de amigos, amigas y familiares, este tiempo nos ha obligado a detenernos y a examinar los estilos de vida que dábamos por supuesto, a entender forzosamente las multiplicidad de formas en las que estamos conectados con el espacio que nos rodea. 

 

Entre los cambios que hemos tenido que afrontar, es habitar una casa expandida que gravita entre la multiplicidad de funciones, las imágenes del espacio íntimo y la precariedad de la vivienda de inmensos sectores de la población, incluso en países considerados de un supuesto primer mundo. La casa se expande y participa del mar de imágenes que circula por las pantallas. Los espacios de intimidad familiar han experimentado sus propias performatividades, lo que afecta no solo su contenido, sino por el hecho mismo de lo que proyecta, de lo que gravita en su trascurrir de conectividad virtual. 

 

La casa abrió sus puertas a las prácticas educativas y, con este gesto, las dinámicas institucionales entraron forzosamente, sin hacerse preguntas; y, en la mayoría de los casos, hasta el día de hoy, ni el Estado ni las instituciones privadas se han planteado de qué manera y a través de cuáles recursos tecnológicos, estudiantes, profesores y profesoras realizan sus interacciones educativas. Esta crisis que atravesamos ha puesto de relieve que la prioridad en lo educativo, continúan siendo los contenidos curriculares y, estos fueron trasladados a un formato virtual (digitales). Con la casa, hoy también asistimos a una performatividad de los cuerpos hacia las pantallas lo que pone en tensión la manera clásica de entender el habitar.  

 

La experiencia de habitar la casa se ha transformado ostensiblemente, sin dejar de ser el centro mismo desde donde producimos y nos movemos en la cotidianidad. Nuestras casas, alguna vez monocromáticas, refugios para la intimidad, de repente quedaron atrapadas en los embrujos de la cotidianidad del aula escolar; en ocasiones, melódica, escultórica, dramática. Envuelta en un sinfín de entrecruces e imbricaciones, este espacio, se ha visto desbordado de sus formas convencionales de hábitat familiar y, quizás nunca recupere su antiguo modo de coexistencia. 


Y, sin embargo, la vida sigue su curso; los flujos de la vida incitan a salir de las pantallas, a movernos de los lugares establecidos, pues, la experiencia de lo posible siempre está a nuestra disposición; más allá de unas interacciones educativas centradas en la información, en el cumplimiento de tareas, es posible apostar por una educación (otra), en la cual se desaceleran los ritmos para capturar lo que acontece en nuestras propias cotidianidades, entender la manera en la que el virus Covid-19 y las comunidades que marchan en todas nuestras ciudades están agenciando procesos educativos.

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Os Autores

Edilberto Hernández González

Doctor en Educación de la Universidad de La Salle, CR, Magíster en Educación de la Pontificia Universidad Javeriana, Filósofo de la Universidad Santo Tomás. Pasante en la Universidad de las Artes, Cuba y en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, México. Profesor e investigador de la Facultad de Educación de la Universidad de San Buenaventura, Medellín; integrante del grupo de investigación ESINED, en la línea de investigación en Estudios culturales y lenguajes contemporáneos.              

Email: edilberto.hernandez@usbmed.edu.co

 

Teresita Ospina Álvarez

Doctora en Educación de la Universidad de Antioquia. Profesora del Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad de San Buenaventura, Medellín; integrante del grupo de investigación ESINED, en la línea de investigación en Estudios culturales y lenguajes contemporáneos. Email: teresita.ospina@usbmed.edu.co

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